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Anónimo

ACTUALIDAD - 21-12-2017

Anónimo

Prefiero no dar mi nombre. Es igual. Soy una de las cientos de víctimas del terrorismo a las que un día ETA le arrebató lo que más quería. En mi caso fue mi padre. Desde que le asesinaron he tenido que aprender a seguir viviendo sin él, y les aseguro que es muy difícil. Vivir sin uno de los pilares en los que se basa tu vida, sabiendo que su asesinato no ha servido para absolutamente nada y que sus asesinos campan a sus anchas en libertad, es insoportable.

 

Mi padre no fue enterrado con honores ni grandes reconocimientos. Le tuvimos que enterrar como a las víctimas “de antes”: por la puerta de atrás y sin hacer ruido. Nosotros no recibimos ni una sola llamada de las autoridades ni de los políticos. Ninguna ayuda psicológica. Hemos sido invisibles durante décadas. Décadas en las que no hemos podido decir en voz alta que somos víctimas del terrorismo, décadas en las que nuestros amigos y nuestro entorno nos dieron la espalda porque ya no estaba bien que les vieran con nostros. Las víctimas del terrorismo somos incómodas la mayoría de las veces. Cuando se nos puede utilizar como arma electoral, cuando la foto interesa, somos muy rentables. Pero el resto del tiempo, somos invisibles.  Me gustaría recordar en estas líneas que no somos números ni expedientes. Somos personas con vidas destrozadas por la barbarie.

 

El único lugar en el que hemos encontrado refugio y comprensión siempre ha sido la AVT. Entonces y ahora. Entonces porque fueron el único hombro donde llorar que encontramos. Los únicos que siempre estuvieron allí. Y ahora porque después de tanto tiempo han llamado a nuestra puerta y se han interesado por nuestro estado psicológico. Con este proyecto que está llevando a cabo la asociación por diferentes Comunidades Autónomas, se está poniendo de manifiesto algo que en mí lleva siendo una realidad desde hace mucho tiempo: el dolor de una víctima no se cura con el tiempo, es para toda la vida. Sí, más de 30 años después del asesinato de mi padre sigo mal. Con este proyecto con el que varios psicólogos de la asociación se han desplazado hasta nuestra localidad para ofrecernos ayuda,  en  muchos casos han podido comprobar que al no haber sido tratados en su día, los trastornos que teníamos se han mantenido en el tiempo. Qué poco se ha preocupado esta sociedad por las víctimas del terrorismo…

 

Otra iniciativa de la AVT que me ha ayudado mucho, han sido los testimonios que de víctimas del terrorismo que hay en Youtube. Ver que hay gente que ha pasado por lo mismo que yo, que también tiene problemas para dormir y realcionarse, que no ha sido capaz se volver a ser la misma persona que era… Me ha ayudado mucho. Me ayuda saber que están ahí, que sienten lo mismo yo. Es una forma de darme cuenta de  que no estoy sola.

 

Con esta carta, me gustaría darle las gracias a la AVT. Por no habernos dado nunca la espalda y seguir luchando la mayor parte del tiempo en silencio. Por llevar a cabo un trabajo muchas veces ingrato pero necesario. Gracias es nombre de todos los que no tenemos voz. De todos aquellos que aún no hoy, no podemos decir en alto que somos víctimas del terrorismo.