No es ningún secreto que el terrorismo se ha convertido en uno de los problemas más graves a nivel mundial. Aunque la mayor parte de los ataques terroristas de los últimos años han tenido lugar en cinco países (Iraq, Afganistán, Nigeria, Siria y Pakistán), más de 90 países han sufrido atentados terroristas en 2015, pudiéndose decir que la plaga del terrorismo afecta a todas las regiones del mundo.
En este contexto de preocupación mundial por el terrorismo y de necesidad de su abordaje a nivel global, a finales del pasado mes de julio se celebró el 31º Congreso Internacional de Psicología en Yokohama –la segunda ciudad más grande de Japón–. El congreso, organizado por la Unión Internacional de la Ciencia Psicológica (IUPsyS) y cuya primera edición se celebró en París en 1889, constituye la reunión internacional de psicólogos más importante del mundo. A esta edición asistieron 7.894 psicólogos de 95 países y entre ellos se encontraban una representación de nuestro equipo de psicólogos de la Universidad Complutense de Madrid y de la AVT. Los profesores Jesús Sanz y María Paz García-Vera hemos tenido el enorme privilegio de asistir a este congreso y exponer allí algunos de los resultados más relevantes de las investigaciones que hemos llevado a cabo con la AVT en los últimos años.
El mundo científico no lleva mucho tiempo estudiando los efectos psicológicos del terrorismo en sus víctimas, así que no existen otros estudios de sus efectos tan a largo plazo y de su tratamiento como el nuestro. Por esta razón, nuestro trabajo ha despertado el interés de investigadores internacionales y hemos participado en diferentes presentaciones, simposios y conferencias durante el congreso. Suponemos que os hacéis a la idea de lo prioritario que es hoy compartir lo que sabemos con otros países, pero, por si alguien se pregunta por qué, la principal de las razones es que los resultados de estas investigaciones pueden ayudarnos a mejorar la atención a las víctimas no solo en España, sino en todos esos países que, afortunadamente, no tienen una historia tan larga de atentados terroristas como la que tiene nuestro país, pero que, lamentablemente, se ven ahora golpeados por el terrorismo y que, en la mayoría de los casos, no tienen los recursos científicos públicos para saber bien cómo abordar las necesidades psicológicas de sus víctimas ni tampoco cuentan con asociaciones como la AVT para impulsar y desarrollar esas investigaciones.
Por ejemplo, nuestros datos muestran claramente que después de un atentado terrorista hay un importante porcentaje de víctimas que desarrollará trastornos psicológicos, no sólo estrés postraumático, sino también depresión y ansiedad, y que estos trastornos no desaparecerán con el tiempo en muchas de ellas. Esto demuestra que las víctimas de atentados no solo necesitan atención psicológica de forma inmediata, sino también a medio, largo y a muy largo plazo, incluso 20, 30 o 40 años después. A partir de estos datos, la cuestión de si las víctimas pueden necesitar ayuda psicológica a largo plazo no es ya una cuestión de opiniones, sino un hecho contrastado que no puede ser ignorado. Y esto no solo pone en entredicho la idea popular de que el tiempo lo cura todo, de que después de tantos años todas las personas se habrán recuperado sin ayuda, sino también cuestiona las políticas sanitarias y sociales que implican que, pasados 3 o 6 meses desde los atentados, ya no son necesarios los servicios o las ayudas para la atención psicológica a las víctimas.
Los datos de nuestras investigaciones también aportan información sobre qué personas pueden ser las más afectadas, destacando que los más afectados serán los heridos, así como los familiares de fallecidos y heridos, pero también las personas que antes del atentado habrían sufrido otros acontecimientos traumáticos, los que tuvieron menos apoyo social o los que fueron expuestos de forma más duradera e intensa a los atentados y los sufrieron con mayor intensidad. Sabiendo esto, los programas de apoyo a las víctimas deberían hacer un seguimiento proactivo de estas personas más vulnerables y promover los recursos necesarios para su total recuperación.
Nuestros datos aportan muchas informaciones relevantes, algunas ya sospechadas, otras ya estudiadas y unas pocas totalmente novedosas, pero la que más nos gusta contar de todas ellas es que hoy disponemos de un tratamiento psicológico eficaz cuyo nombre cita con frecuencia nuestro querido presidente de la AVT: la terapia cognitivo conductual centrada en el trauma. Y nos gusta hablar de ella porque la hemos aplicado con muchos de vosotros y hemos visto que resulta útil para conseguir que la mayoría de las personas que tenían trastornos psicológicos durante años dejen de tenerlos, tanto si estos trastornos eran de estrés postraumático, como si eran depresivos o de ansiedad. Aplicándolas hemos aprendido mucho de las dificultades por las que habéis pasado y de la necesidad de adaptar estos tratamientos de forma flexible a las necesidades de cada persona.
Durante el congreso nos hemos acordado mucho de las víctimas españolas y hemos pensado escribiros porque suponíamos que muchos de vosotros no sois conscientes de que vuestra participación en este proyecto entre la AVT y la UCM ha trascendido ya los límites de nuestro país y está contribuyendo a que las víctimas de otros países tengan la mejor de las atenciones psicológicas posibles. Muchas gracias a todos por vuestra confianza en nuestro equipo. Siempre estaremos con las víctimas.